6- Una aventura en Egipto.
¡¡Oh no!!
Estabas buscando la entrada de una misteriosa pirámide en pleno Valle de los Reyes en Egipto. Todo iba sobre ruedas, después de escarbar y encontrar unos misteriosos jeroglíficos en una tablilla muy antigua que precisamente indica el punto exacto de la entrada a la maravillosa cámara funeraria del faraón Faraonísimo I.
El resto de tus compañeros se han quedado asegurando el terreno y tú, valientemente, has decidido seguir avanzando entre las ruinas, intentando no poner el pie en un falso suelo que te precipite al vacío.
De repente, a lo lejos, escuchas un sonido. Sobresaltado, pero curioso a la vez, te encaminas hacía el ruido y...
¡Una momia de aspecto amistoso se ha asomado de su antigua sepultura y te observa con atención!
¿Y ahora qué?
Aunque la momia parezca amistosa, no es para nada halagüeño para tus propósitos como explorador.
- Hola... -Dices, con voz trémula.
- ¡Buenos días, tardes o noches! -Saluda la momia.
- ¿Es usted el faraón Faraonísimo I? -Preguntas, yendo directamente al grano.
- No, señor -Responde la momia- Soy el tutor real del faraón. Tan alta fue la estima que me procesó que a mi muerte decidió momificarme y tenerme aquí a su lado. ¡Mi misión no era sencilla! Enseñé al faraón a leer y escribir jeroglíficos, a hablar en público y a cantar (¿te imaginas un gobernante que no sepa cantar?) además de otros saberes de la vida.
La momia sale de su sarcófago y soltando un sonoro suspiro, se sienta a tu lado.
- La vida en el antiguo Egipcio era dura, pero satisfactoria. No te faltaba comida ni trabajo si tenías ganas y empeño -Dijo la momia, con una mirada que mostraba su añoranza- El saber estaba en la palma de tu mano. Sin ir más lejos, la maravillosa biblioteca de Alejandría. Cientos y cientos de tomos para formarte.
<<Ser el tutor real del futuro faraón era el más alto cargo al que podías albergar. Cientos de sabios luchaban por alcanzar ese privilegio, pero solo el mejor de los mejores lo lograba. La fama de los tutores reales cruzaba los mares y los reyes de todos los reinos me hacían un hueco en la mesa para conversar conmigo, conocer mi mundo y yo el suyo...>>
¿Por qué con el paso del tiempo ha alcanzado tanto desprestigio la profesión de docente, una institución que en otros tiempos desempeñaban los mejores de entre los mejores? Muchos recuerdan con añoranza el tiempo en que a los profesores se les tenía un respeto equivalente a un médico o un abogado.
Sin ir mas lejos, en la actualidad, muchas instituciones intentan recuperar el halo de prestigio que debería rodear a todo aquel que decide embarcarse en la aventura de la enseñanza. Uno de los casos de mayor renombre es el de "El libro blanco de la profesión docente" dónde Jose Antonio Marina entre otros intenta dar una serie de parámetros para lograr el auge de la profesión, como incentivar a los mejores de los mejores para ser profesores, o engrosar los currículum a través de cursos, prácticas... a través de distintas instituciones especializadas en ello, como se dice en la decimosexta propuesta (que fue la que me tocó estudiar a mi en clase) En esta propuesta se fomenta una arquitectura investigativa formativa consistente en un consejo pedagógico del Estado, en unos Centros Superiores de Formación del Profesorado y en Centros Educativos de Excelencia.
A la propuesta que el profesor me adjudicó, yo haría esta pregunta. Y la respuesta es NO y siempre será NO, porque por mucha arquitectura investigadora formativa, muchos cursos, mucha formación, práctica y experiencia que adquiera a lo largo de mi vida, la enseñanza trabaja con personas que cambian, crecen, evolucionan, mejoran o empeoran y nunca ninguna estrategia podrá darme el control total de la situación de enseñanza.
¿Qué quiero decir con todo esto?
Que de acuerdo con los criterios actuales el mejor profesor sería aquel que destaque por encima de los demás tanto por sus conocimientos como por su experiencia. Poner a profesores que destacan, nos asombran y nos maravillan sin duda hará que aumente su prestigio ¿pero aumentará su calidad de enseñanza?
Yo creo que no, porque la enseñanza no es dominar situaciones sino saber amoldarse a ellas. Y no dejar nunca, nunca, nunca de aprender, de viajar y de querer conocer el mundo. Y eso no se adquiere a través de altas calificaciones y méritos académicos sino que está dentro de cada uno de nosotros.
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